Ante todo esto ¿qué opciones tenemos?

CORRESPONSABILIDAD

Una vez aclarado el problema, es necesario tener clara la meta, distintos colectivos feministas hablan de que el objetivo es que todas las personas vivamos una vida que merezca la pena ser vivida.

Desde luego, el bien-estar, el buen-vivir o el vivir bien son conceptos demasiado amplios para esta guía, pero sí queremos lanzar el mensaje de que es imprescindible poner los cuidados en el centro. Debemos otorgarle la máxima importancia a estas dimensiones de la vida, sacándolas del ámbito privado-doméstico en el que el patriarcado y el capitalismo lo metieron, para entenderlas como lo que son, una cuestión pública. Privatizarlos ha permitido que algunas personas (principalmente hombres adultos blancos) vivan bien a costa de que la mayoría (principalmente las mujeres y niñas afrodescendientes) mal vivan.

La herramienta en la que nos centramos ahora es en la corresponsabilidad como forma de cuidarnos de manera recíproca.

Corresponsabilidad en los cuidados para vivir bien

CORRESPONSABILIDAD

¿QUÉ ES LA CORRESPONSABILIDAD? ACLARANDO CONCEPTOS…

La corresponsabilidad es la necesidad de repartir las tareas domésticas y responsabilidades familiares entre cada miembro del hogar. Habitualmente se confunde con conciliación, pero son dos términos diferentes, de hecho, la conciliación hace referencia a la necesidad de compatibilizar el trabajo remunerado con el trabajo doméstico, las responsabilidades familiares y el tiempo libre de cada persona.

Es importante no confundirlos porque puede ocurrir que una mujer consiga conciliar,pero si no existe corresponsabilidad (reparto de tareas y responsabilidades dentro del hogar) se encontrará en situación de mayor discriminación porque trabajará de forma remunerada y, también, en los cuidados a costa de tener menos tiempo libre.

Es la llamada doble jornada laboral que hace referencia a la doble carga de trabajo que sufren las mujeres, al tener que compaginar, por falta de corresponsabilidad y conciliación, el trabajo remunerado del ámbito laboral con el no remunerado del ámbito doméstico.

También se habla de triple jornada laboral para hacer referencia a los casos en que las mujeres simultanean el trabajo dentro del mercado laboral, la asunción de los cuidados y la participación en organizaciones, asociaciones o movimientos sociales vitales para el bienestar de la comunidad.

DECONSTRUIR LA MASCULINIDAD

Para deconstruirla primero debemos saber ¿Qué es la masculinidad hegemónica/tradicional?

“La masculinidad hegemónica, tradicionalmente, es un tipo de masculinidad que se asegura de mantener un orden de género claro de dominación sobre las mujeres. Pero también de represión y control sobre otros tipos de masculinidades” (Lionel S. Delgado).

Puede que este entramado de palabras no termine de convencerte, ¿todavía piensas que es cosa del pasado eso de que los hombres tienen que ser fuertes, valientes, no lloran, no está bien que muestren sus emociones, etc.? Intenta pensar en referentes masculinos que respondan a otros valores, piensa en personajes famosos, políticos, actores…, el resultado es el mismo que cuando intentamos pensar en referentes femeninos, es muy difícil encontrarlos, porque todavía se sigue calificando a los hombres que encajan dentro de construcción de feminidad como “nenazas”, “poco hombres”…

Ante todo esto debemos deconstruir esa masculinidad ¿y qué significa esto? involucra a la sociedad, especialmente a los hombres, a aprender nuevos comportamientos, emociones, pero también a desaprender otros que son dañinos para la propia persona y para su entorno.

El primer paso es tomar conciencia de que los hombres, como hemos venido mostrando a lo largo de la guía, se encuentran en una situación de privilegio respecto a las mujeres. En consecuencia, el segundo paso es renunciar a ellos para poder alcanzar una sociedad más equitativa e igualitaria. Sabemos que sobre el papel resulta sencillo, pero en la práctica supone autoevaluar muchas actitudes que habíamos aprendido como naturales (tanto las mujeres como los hombres, desde la más tierna infancia, hemos sido educados y socializados en el machismo).

“Ser Hombre no puede ser sinónimo de agresividad, dureza, violencia, egoísmo, insensibilidad, arrogancia, abusos, poder, ni golpes en la mesa”
(Juan Miguel Garrido Peña, Miembro de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género de Andalucía).

Ahora bien, el género masculino o femenino no es innato, sino que responde a construcciones sociales que van evolucionando en función de la época y la cultura. “¡Incluso las películas de súper machos de los noventa nos chirrían hoy en día! Lo importante de la masculinidad hegemónica es que, aunque cambien sus contenidos, su función de custodio del orden de género se mantiene” (Lionel S. Delgado).

Estos roles de género constituyen todo un entramado de deberes, prohibiciones, expectativas que indican qué es adecuado y qué no para las mujeres y para los hombres.

Para alcanzar el reparto equitativo de los cuidados y la corresponsabilidad es necesario deconstruir esta masculinidad rancia, según la cual los hombres no son tiernos, no están hechos para cuidar y son super fuertes y valientes.

Patricia Hernández del Rosal explica que lo que caracteriza a este tipo de masculinidad es la socialización en la violencia, la castración emocional, omitir la vulnerabilidad, la negativa a conectar con las emociones y la eliminación de las tareas de cuidados. En definitiva, “dejar que las demás personas, sobre todo las mujeres, se responsabilicen de los hombres a nivel emocional, doméstico y de cuidados”.

Esa masculinidad les “prohibe” asumir el rol de cuidadores y les “castra emocionalmente” dejando como única vía válida de expresión la violencia. Esto acarrea problemas emocionales en los hombres, así lo revelan los datos, pues el índice de suicidios cometidos por hombres es mayor que el de las mujeres. Según datos extraídos del INE, sólo un 26% de los suicidios son de mujeres. Además, ellos cometen muchos más delitos que ellas, lo cual muestra que no se sienten familiarizados con la expresión de emociones, siendo la violencia la única vía posible.

Como veis, la masculinidad tóxica es perjudicial tanto para hombres como para mujeres, la solución es fomentar las Nuevas Masculinidades, concepto que va de la mano de la corresponsabilidad de los cuidados.

Por tanto, ¡deconstruyamos los roles de género! No tiene que parecer raro, sino saludable, que un hombre cuide de su entorno, entienda y reconozca sus sentimientos, llore, canalice sus emociones sin dañar a nadie, tenga miedo y lo exprese, no deje que su sexualidad dirija su vida, reconozca sus limitaciones, ame… y, sobre todo, como dice Carlos Valera:

  • Reconozca y entienda sus privilegios
  • Respete la diferencia y valore la diversidad
  • No sea neutral ante las injusticias

“No es lo mismo que tú pienses que eres “buen chaval” a que de verdad asumas el compromiso de deconstruir esto con nosotras”
(Marina Couso Martínez, Miembro de la Asociación Masculinidades Beta)

BENEFICIOS PARA TODAS LAS PERSONAS

En consecuencia, la corresponsabilidad acarrearía grandes beneficios para las mujeres, la drástica reducción de la carga de trabajo supondría:

Una mejor calidad de vida, puesto que el trabajo de cuidados tiene efectos en la salud física y mental de los/as cuidadores/as.

El acceso a un trabajo decente. El empleo de las mujeres, como se ha comentado, se caracteriza por la precariedad, la corresponsabilidad ayudará a que ellas dispongan de más tiempo para acceder a jornadas de trabajo completas. Además, el reparto equitativo de estas tareas entre hombres y mujeres ayudará a desmontar los roles de género y, en consecuencia, la división sexual del empleo.

Menor violencia de género, porque la corresponsabilidad invita a que las relaciones sean horizontales, entre iguales, no entre desiguales, lo que, en mayor o menor medida, ayudará a acabar con la violencia hacia las mujeres.

Pero también para los hombres, normalizar la corresponsabilidad acarrearía fragmentar la “masculinidad” aprendida, tradicionalmente ligada a las relaciones entre desiguales, la competitividad (a los niños se les educa para ser competitivos), la agresividad, la contención de las emociones… características que también los encorsetan dentro de un estereotipo y también reprimen.